Lejos están los años dorados en que aún existÃa lo desconocido: el valle del Antiguo Egipto, «el doctor Livingston, supongo», y las marchas suicidas al Polo Norte. Estos exploradores se aventuran en una nueva dirección: hacia las ruinas flamantes y el polvo fresco, hacia la arqueologÃa de nuestra propia civilización abandonada.
BerlÃn
Esta actividad, que no es ni deporte ni acampada, se rige por un principio: «Toma solo fotografÃas. Deja solo pisadas». Y se ha vuelto un pasatiempo tan popular que el Discovery Channel ya produce y emite un programa especializado sobre urbex. Uno de sus exploradores mohosos y polvorientos, Steve Duncan, incluso da charlas en TED.
Todo empezó en Gran Bretaña en los años 50, con el surgimiento de la arqueologÃa industrial. Esta disciplina comenzó a desarrollarse como respuesta a la rampante desaparición de reliquias industriales y arquitectónicas de la era victoriana. Por eso tanto allà como en otros paÃses pronto nacieron movimientos nacionales de defensa del patrimonio cultural. Esos son los mismos puentes, molinos y castillos que hoy están protegidos. Sin embargo, habÃa otro grupo que mostraba una curiosidad inusual por investigar lugares atÃpicos: los exploradores urbanos.
Aun asà hay quien no se anima a ir de extranjis a uno de estos páramos. Para ellos en las grandes ciudades hay grupos y guÃas de urbex, algunos legales y otros no tanto. En ParÃs el novato puede acceder a las estaciones fantasmas de metro y, si tiene suerte, a las catacumbas,  inaccesibles a no ser que uno conozca a un guÃa. Las catacumbas de Roma, en cambio, son un lugar favorito de los turistas.
Los adeptos al urbex tienen principios, pero si no les gustan, los cambian por otros. Por eso a veces sus aventuras se tornan frÃvolas. En ocasiones se centran en hoteles abandonados hace tan poco tiempo que sus habitaciones aún tienen camas con las sábanas puestas. En otros casos, esta disciplina se mezcla con el periodismo creando el ‘dron-cumental’ o la fotografÃa artÃstico-histórica. Un ejemplo de esto último es Ralph Mirebs, descubridor del Cosmódromo Baikonur en Kazajstán.
Lejos están los años dorados en que aún existÃa lo desconocido: el valle del Antiguo Egipto, «el doctor Livingston, supongo», y las marchas suicidas al Polo Norte. Estos exploradores se aventuran en una nueva dirección: hacia las ruinas flamantes y el polvo fresco, hacia la arqueologÃa de nuestra propia civilización abandonada.
BerlÃn
Esta actividad, que no es ni deporte ni acampada, se rige por un principio: «Toma solo fotografÃas. Deja solo pisadas». Y se ha vuelto un pasatiempo tan popular que el Discovery Channel ya produce y emite un programa especializado sobre urbex. Uno de sus exploradores mohosos y polvorientos, Steve Duncan, incluso da charlas en TED.
Todo empezó en Gran Bretaña en los años 50, con el surgimiento de la arqueologÃa industrial. Esta disciplina comenzó a desarrollarse como respuesta a la rampante desaparición de reliquias industriales y arquitectónicas de la era victoriana. Por eso tanto allà como en otros paÃses pronto nacieron movimientos nacionales de defensa del patrimonio cultural. Esos son los mismos puentes, molinos y castillos que hoy están protegidos. Sin embargo, habÃa otro grupo que mostraba una curiosidad inusual por investigar lugares atÃpicos: los exploradores urbanos.
Aun asà hay quien no se anima a ir de extranjis a uno de estos páramos. Para ellos en las grandes ciudades hay grupos y guÃas de urbex, algunos legales y otros no tanto. En ParÃs el novato puede acceder a las estaciones fantasmas de metro y, si tiene suerte, a las catacumbas,  inaccesibles a no ser que uno conozca a un guÃa. Las catacumbas de Roma, en cambio, son un lugar favorito de los turistas.
Los adeptos al urbex tienen principios, pero si no les gustan, los cambian por otros. Por eso a veces sus aventuras se tornan frÃvolas. En ocasiones se centran en hoteles abandonados hace tan poco tiempo que sus habitaciones aún tienen camas con las sábanas puestas. En otros casos, esta disciplina se mezcla con el periodismo creando el ‘dron-cumental’ o la fotografÃa artÃstico-histórica. Un ejemplo de esto último es Ralph Mirebs, descubridor del Cosmódromo Baikonur en Kazajstán.
Siempre me han gustado este tipo de cosas, algunos sitios te ponen los pelos de punta he imaginas por un instante aquellas personas que pasaron por ese lugar o como seria en esa epoca la calle de enfrente, lo llevo practicando muchos años por mi zona aunque poco o nada queda ya abandonado. Tiene sus riesgos y como dicen el mejor consejo es jamas ir solo.
Saludos.
Qué linda idea esta de explorar. Yo lo hacia en el campo, en viejos cascos, nunca intente con fabricas… Llama a la aventura.
yo siempre lo hice.. desde los 16 años me aventuré a viajar, siempre solo, siempre a cciudades desconocidas. Aunque no chernobyl, la verdad
Es mejor pedir perdón que pedir permiso…. 😉
Y por otro lado los sitios “no históricos” pueden ser iguales o mejores que los históricos.
En el año 65 tuve oportunidad de recorrer los parques y jardines y mirar a través de las ventanas las instalaciones completas (con las mesas puestas, con su vajilla, cuadros, etc) del viejo Hotel Edén de La Falda (Córdoba- Argentina) que habÃa quedado abandonado después del segundo gobierno de Perón, o sea, fui una pionera en esta nueva modalidad. Muy bueno el artÃculo!
Siempre me han gustado este tipo de cosas, algunos sitios te ponen los pelos de punta he imaginas por un instante aquellas personas que pasaron por ese lugar o como seria en esa epoca la calle de enfrente, lo llevo practicando muchos años por mi zona aunque poco o nada queda ya abandonado. Tiene sus riesgos y como dicen el mejor consejo es jamas ir solo.
Saludos.
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