Vadim Kibardin, el diseƱador que prefiere estar en tu casa que en el MoMa
”Yorokobu gratis en formato digital!
Vadim Kibardin era un niƱo reductor. Cuando tenĆa siete aƱos, recuerda, estaba obsesionado con mermar a un tamaƱo especĆfico todo aquello que caĆa en sus manos. No era un tamaƱo cualquiera: para Ć©l era la medida en la que la perfección ocurre.
Con el envase de un pintalabios, una luz incandescente y las pilas de un reloj hizo una pequeña lÔmpara. Era 1981 y desde entonces muchas cosas han cambiado. «Ahora puedes comprar la misma lÔmpara LED en todos los supermercados», cuenta el ex niño reductor a Yorokobu.
DespuĆ©s, vino la sencillez y, con ella, sus diseƱos minimalistas y futuristas. Tras graduarse en diseƱo industrial, Kibardin montó su propio estudio y ahora su compaƱĆa cuenta con dos oficinas en RepĆŗblica Checa e Inglaterra. Sus productos son tan reconocibles que, dice, incluso le han salido imitadores que venden copias en su nombre.
La simplicidad de la que hizo gala Dieter Rams es para Kibardin una fuente de inspiración. De ahà su eslogan, una mÔxima que parece propia de Henry David Thoreau: «Vuelve a la pureza; vuelve a la simplicidad».
«En el proceso de creación de mis productos, siempre me centro en aspectos esenciales, y no en recargar el objeto con redundancias. Prefiero las formas simples y, por eso, uso los materiales que mejor me lo permiten», relata. Para este diseñador, la complejidad de lo material radica en su interior.
El menos es mĆ”s, dice, le lleva a una pregunta: ĀæCuĆ”nto es suficiente? Ā«Para mĆ, lo mĆ”s desafiante del diseƱo es producir la mejor solución desde diferentes variantes. Cada proyecto conlleva varias soluciones posibles para un problema y distintas formas de definir el aspecto de un producto. Es bastante difĆcil y de una gran responsabilidad decidir quĆ© variante es lo bastante Ćŗtil, vendible y deseable para el pĆŗblicoĀ», detalla.
Lo dejo caer, lo lanzo, lo mojo, lo quemo, lo muerdo, lo afilo, me siento encima y hago que otros se sienten
La realidad inspira los productos de este diseñador. Por eso intenta que evoquen ingenuidad, estilo en un empaquetado muy premeditado. Kibardin estÔ orgulloso de probar sus productos de manera agresiva. «Lo dejo caer, lo lanzo, lo mojo, lo quemo, lo muerdo, lo afilo, me siento encima y hago que otros se sienten. Esta es la única manera de entender si algo necesita una mejora y si tiene sentido mejorarlo», apunta.
La asimetrĆa del alma
Durante mĆ”s de diez aƱos, Kibardin ha estudiado la influencia de la asimetrĆa en las reacciones humanas. Vio que, por un lado, la simetrĆa del rostro atrae la atención y es lo que nos lleva a considerar una cara bella. Sin embargo, el diseƱador detectó que hay cierta asimetrĆa que es lo que dota de naturalidad a la belleza.
En palabras de Kibardin: Ā«Tiene lugar un proceso inverso cuando miramos una cara mecĆ”nicamente construida que tiene rasgos completamente simĆ©tricos. A primera vista, parece normal, pero inconscientemente el cerebro encuentra muestras de ‘muerte’ y nos envĆa una seƱal. Uno no puede distinguir caracterĆsticas distintivas en un sistema absolutamente simĆ©trico: todas las partes son idĆ©nticas, equiparables y el propio sistema es simple, predecible y sosoĀ».
Si bien la tecnologĆa permite que el lado derecho e izquierdo de los objetos sean idĆ©nticos, no puede Ā«darles vidaĀ». Para que eso ocurra, dice Kibardin, Ā«necesitamos algunos pequeƱos signos de una asimetrĆa caótica y no programadaĀ». Son esas pequeƱas discrepancias las que le permiten dotar al objeto de alma. Ā«La armonĆa estĆ” al fondo de la confianza inconsciente, tanto en una persona como en un producto. Lo vemos, por ejemplo, en el caso de los juguetes infantilesĀ».
Si entendemos la simetrĆa y la armonĆa como mĆ©todos bĆ”sicos de creación de imĆ”genes y formas, Kibardin encuentra el ejemplo de su efecto en las muƱecas Barbie y en los ositos de peluche. Si bien Barbie se considera representativa de cierto ideal de belleza por su simetrĆa, con los ositos de peluche ocurre justo al contrario.
«Desde hace unos cien años, los niños quieren quedarse dormidos con un osito de peluche. Es suave y amable, e imperfecto, pero tiene alma».
Partiendo de la falta de simetrĆa como creadora de alma, Kibardin diseñó un perro de peluche llamado Garry, con una forma que iba directa al corazón. Ā«Es un juguete suave con formas asimĆ©tricas. Hasta ahora es un diseƱo muy popular, pero nadie ha sabido explicar por quĆ© se enamora de GarryĀ», aƱade el diseƱador.
Materiales que permiten romper y personalizar los objetos
Lo que fascina a Kibardin no es tanto elegir el material mÔs adecuado al objeto en cuestión como descubrir nuevas maneras de utilizar cada uno. Una vez creó un sillón de papel, a base de 37 capas, colocadas una a una, y 20 detalles de cartulina.
Era negro y parecĆa una bolsa de basura aplastada. Al final, su aspecto se asemeja aĀ lo que cada uno quiera imaginar y conseguir, porque esa es la intención de su diseƱador: Ā«Una textura diferente de la superficie incita al diĆ”logo con el usuario. Se puede crear una forma personalizada y diferente de la silla solo con arrugar y arrancar capas de papelĀ».
Romper el sillón a gusto de cada uno viene a ser una alegorĆa de lo que Kibardin entiende por futuro: Ā«Cuando hablamos de futuro pienso en tecnologĆa invisible. Nos estamos moviendo gradualmente hacia un mundo en le que la forma va a desaparecer y sólo quedarĆ” la funciónĀ». Para Ć©l, cuyo diseƱo mĆ”s conocido es un reloj, el tiempo no es mĆ”s que Ā«una forma de interpolar el pasado sin interrupción el presente y el presente en el futuroĀ».
Pero es, ademĆ”s, una forma de diĆ”logo entre el diseƱador y el usuario. Pendiente como vive del feedback, Kibardin asegura que, aunque le gustarĆa estar en el MoMa, para Ć©l es mĆ”s importante estar en cada casa y facilitar la vida a la gente.
De la búsqueda de la belleza, los diseñadores han pasado a centrarse en «la importancia de los aspectos ecológicos y sociales y de ahà a crear y visibilizar nuevos valores, pensando en la cultura como recurso». Pero Kibardin quiere ir mÔs allÔ, hacia el futuro. Por eso, ha empezado a trabajar en nuevos relojes basados en proyecciones hologrÔficas porque se imagina a los coleccionistas del futuro acaparando diseño interfaz.
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Vadim Kibardin era un niƱo reductor. Cuando tenĆa siete aƱos, recuerda, estaba obsesionado con mermar a un tamaƱo especĆfico todo aquello que caĆa en sus manos. No era un tamaƱo cualquiera: para Ć©l era la medida en la que la perfección ocurre.
Con el envase de un pintalabios, una luz incandescente y las pilas de un reloj hizo una pequeña lÔmpara. Era 1981 y desde entonces muchas cosas han cambiado. «Ahora puedes comprar la misma lÔmpara LED en todos los supermercados», cuenta el ex niño reductor a Yorokobu.
DespuĆ©s, vino la sencillez y, con ella, sus diseƱos minimalistas y futuristas. Tras graduarse en diseƱo industrial, Kibardin montó su propio estudio y ahora su compaƱĆa cuenta con dos oficinas en RepĆŗblica Checa e Inglaterra. Sus productos son tan reconocibles que, dice, incluso le han salido imitadores que venden copias en su nombre.
La simplicidad de la que hizo gala Dieter Rams es para Kibardin una fuente de inspiración. De ahà su eslogan, una mÔxima que parece propia de Henry David Thoreau: «Vuelve a la pureza; vuelve a la simplicidad».
«En el proceso de creación de mis productos, siempre me centro en aspectos esenciales, y no en recargar el objeto con redundancias. Prefiero las formas simples y, por eso, uso los materiales que mejor me lo permiten», relata. Para este diseñador, la complejidad de lo material radica en su interior.
El menos es mĆ”s, dice, le lleva a una pregunta: ĀæCuĆ”nto es suficiente? Ā«Para mĆ, lo mĆ”s desafiante del diseƱo es producir la mejor solución desde diferentes variantes. Cada proyecto conlleva varias soluciones posibles para un problema y distintas formas de definir el aspecto de un producto. Es bastante difĆcil y de una gran responsabilidad decidir quĆ© variante es lo bastante Ćŗtil, vendible y deseable para el pĆŗblicoĀ», detalla.
Lo dejo caer, lo lanzo, lo mojo, lo quemo, lo muerdo, lo afilo, me siento encima y hago que otros se sienten
La realidad inspira los productos de este diseñador. Por eso intenta que evoquen ingenuidad, estilo en un empaquetado muy premeditado. Kibardin estÔ orgulloso de probar sus productos de manera agresiva. «Lo dejo caer, lo lanzo, lo mojo, lo quemo, lo muerdo, lo afilo, me siento encima y hago que otros se sienten. Esta es la única manera de entender si algo necesita una mejora y si tiene sentido mejorarlo», apunta.
La asimetrĆa del alma
Durante mĆ”s de diez aƱos, Kibardin ha estudiado la influencia de la asimetrĆa en las reacciones humanas. Vio que, por un lado, la simetrĆa del rostro atrae la atención y es lo que nos lleva a considerar una cara bella. Sin embargo, el diseƱador detectó que hay cierta asimetrĆa que es lo que dota de naturalidad a la belleza.
En palabras de Kibardin: Ā«Tiene lugar un proceso inverso cuando miramos una cara mecĆ”nicamente construida que tiene rasgos completamente simĆ©tricos. A primera vista, parece normal, pero inconscientemente el cerebro encuentra muestras de ‘muerte’ y nos envĆa una seƱal. Uno no puede distinguir caracterĆsticas distintivas en un sistema absolutamente simĆ©trico: todas las partes son idĆ©nticas, equiparables y el propio sistema es simple, predecible y sosoĀ».
Si bien la tecnologĆa permite que el lado derecho e izquierdo de los objetos sean idĆ©nticos, no puede Ā«darles vidaĀ». Para que eso ocurra, dice Kibardin, Ā«necesitamos algunos pequeƱos signos de una asimetrĆa caótica y no programadaĀ». Son esas pequeƱas discrepancias las que le permiten dotar al objeto de alma. Ā«La armonĆa estĆ” al fondo de la confianza inconsciente, tanto en una persona como en un producto. Lo vemos, por ejemplo, en el caso de los juguetes infantilesĀ».
Si entendemos la simetrĆa y la armonĆa como mĆ©todos bĆ”sicos de creación de imĆ”genes y formas, Kibardin encuentra el ejemplo de su efecto en las muƱecas Barbie y en los ositos de peluche. Si bien Barbie se considera representativa de cierto ideal de belleza por su simetrĆa, con los ositos de peluche ocurre justo al contrario.
«Desde hace unos cien años, los niños quieren quedarse dormidos con un osito de peluche. Es suave y amable, e imperfecto, pero tiene alma».
Partiendo de la falta de simetrĆa como creadora de alma, Kibardin diseñó un perro de peluche llamado Garry, con una forma que iba directa al corazón. Ā«Es un juguete suave con formas asimĆ©tricas. Hasta ahora es un diseƱo muy popular, pero nadie ha sabido explicar por quĆ© se enamora de GarryĀ», aƱade el diseƱador.
Materiales que permiten romper y personalizar los objetos
Lo que fascina a Kibardin no es tanto elegir el material mÔs adecuado al objeto en cuestión como descubrir nuevas maneras de utilizar cada uno. Una vez creó un sillón de papel, a base de 37 capas, colocadas una a una, y 20 detalles de cartulina.
Era negro y parecĆa una bolsa de basura aplastada. Al final, su aspecto se asemeja aĀ lo que cada uno quiera imaginar y conseguir, porque esa es la intención de su diseƱador: Ā«Una textura diferente de la superficie incita al diĆ”logo con el usuario. Se puede crear una forma personalizada y diferente de la silla solo con arrugar y arrancar capas de papelĀ».
Romper el sillón a gusto de cada uno viene a ser una alegorĆa de lo que Kibardin entiende por futuro: Ā«Cuando hablamos de futuro pienso en tecnologĆa invisible. Nos estamos moviendo gradualmente hacia un mundo en le que la forma va a desaparecer y sólo quedarĆ” la funciónĀ». Para Ć©l, cuyo diseƱo mĆ”s conocido es un reloj, el tiempo no es mĆ”s que Ā«una forma de interpolar el pasado sin interrupción el presente y el presente en el futuroĀ».
Pero es, ademĆ”s, una forma de diĆ”logo entre el diseƱador y el usuario. Pendiente como vive del feedback, Kibardin asegura que, aunque le gustarĆa estar en el MoMa, para Ć©l es mĆ”s importante estar en cada casa y facilitar la vida a la gente.
De la búsqueda de la belleza, los diseñadores han pasado a centrarse en «la importancia de los aspectos ecológicos y sociales y de ahà a crear y visibilizar nuevos valores, pensando en la cultura como recurso». Pero Kibardin quiere ir mÔs allÔ, hacia el futuro. Por eso, ha empezado a trabajar en nuevos relojes basados en proyecciones hologrÔficas porque se imagina a los coleccionistas del futuro acaparando diseño interfaz.