29 de mayo 2015    /   ENTRETENIMIENTO
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Los vĂ¡ndalos de los cromos de baseball

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En rectĂ¡ngulo alargado, con cara de señor antiguo, el jugador de baseball Honus Wagner tiene la mirada perdida. Con un fondo ocre y datado a principios del siglo XX, este cromo ya era en 1933 el mĂ¡s caro del mundo. Pero desde los 50 dĂ³lares que valĂ­a entonces, su precio se ha multiplicado. En 1991 fue vendido por 451.000 dĂ³lares; en el 95, por medio millĂ³n, y fue subiendo y subiendo de subasta en subasta, hasta alcanzar los 2,8 millones de dĂ³lares. Hay que aclarar que este es un caso excepcional. Aunque algunos ejemplares pueden llegar a valer autĂ©nticas millonadas, la inmensa mayorĂ­a de las tarjetas no se merecen ni el papel en el que estĂ¡n impresas. Los hermanos Beau y Bryan Abbott, conocidos como los Baseball Cards Vandals, han encontrado la forma de sacarles provecho: alterarlos para que se conviertan en chistes grĂ¡ficos.
Nacidos en los 80 y obsesionados con los cromos desde niños, explican que de su colecciĂ³n de los años 90, cerca del 99% es lo que se llama commons, que quiere decir que no son jugadores estrella y por lo tanto no valen prĂ¡cticamente nada. «AsĂ­ que mientras cosechĂ¡bamos los buenos, nos encontramos con una tonelada de los otros y decidimos convertirlos en lienzos para nuestros dibujos raros y bromas, buscando en ellas conexiones entre el nombre de jugador y la imagen».

AsĂ­,  alguien con apellido Grant se convierte en el mĂ­tico general y presidente Ulysses S. A otro le pintan una gorra y hacen que ponga en su camiseta Tiny Lil`Dick, traducible como «pene pequeño». A un atleta en pleno lanzamiento lo ponen planchando la ropa. Las referencias a penes, defecaciones, chistes soeces, monstruos clĂ¡sicos y cultura pop forman parte de su repertorio habitual. Teniendo en cuenta que cada mes publican mĂ¡s de 50 cromos alterados, lo mejor es pasarse por su archivo y echarle un buen vistazo.

Para entender el motivo por el que tienen tantos cromos y en tan buen estado, es necesario comprender cĂ³mo funciona el coleccionismo estadounidense en general y el de cromos de baseball en particular. «BĂ¡sicamente, durante los 50 y los 60, estas tarjetas eran un juguete, por lo que los niños jugaban con ellas y las intercambiaban», cuentan. «Nadie trataba de mantenerlas en buen estado para mantuvieran su precio, ya que entonces no valĂ­an nada». Pero entonces llegaron los 80 y, de repente, un cromo en buen estado de 1951 del bateador Topps Mickey Mantle era «algo extraordinariamente raro» y valĂ­a miles de dĂ³lares para los coleccionistas. Como encontrar un ejemplar en buenas condiciones era muy complicado, se generĂ³ un mercado a su alrededor.

Los coleccionistas, entonces, hicieron un sencillo cĂ¡lculo. Si los cromos en buen estado de hace 30 años valen hoy tanto dinero, los de hoy dentro de otras tres dĂ©cadas se revalorizarĂ¡n de la misma manera. Como en el caso de los cĂ³mics, empezaron a comprarse toneladas de cĂ³mics y a guardarlos en buenas condiciones, como si fuera una inversiĂ³n. Viendo el auge, las compañías de cromos empezaron a sacar mĂ¡s y mĂ¡s ejemplares para mantener la demanda. El problema es que los cromos de los 50 y 60 no tenĂ­an ese valor simplemente por estar en buenas condiciones, sino por que la mayorĂ­a estaban en condiciones pĂ©simas. «Estas dos cosas saturaron completamente el mercado y hay millones y millones de estos cromos. Ninguno es raro y encima no valen nada».
Una pena para los coleccionistas pero una suerte para el mundo del humor. Si no hubiese semejante despropĂ³sito, nunca habrĂ­an nacido los Baseball Cards Vandals.

En rectĂ¡ngulo alargado, con cara de señor antiguo, el jugador de baseball Honus Wagner tiene la mirada perdida. Con un fondo ocre y datado a principios del siglo XX, este cromo ya era en 1933 el mĂ¡s caro del mundo. Pero desde los 50 dĂ³lares que valĂ­a entonces, su precio se ha multiplicado. En 1991 fue vendido por 451.000 dĂ³lares; en el 95, por medio millĂ³n, y fue subiendo y subiendo de subasta en subasta, hasta alcanzar los 2,8 millones de dĂ³lares. Hay que aclarar que este es un caso excepcional. Aunque algunos ejemplares pueden llegar a valer autĂ©nticas millonadas, la inmensa mayorĂ­a de las tarjetas no se merecen ni el papel en el que estĂ¡n impresas. Los hermanos Beau y Bryan Abbott, conocidos como los Baseball Cards Vandals, han encontrado la forma de sacarles provecho: alterarlos para que se conviertan en chistes grĂ¡ficos.
Nacidos en los 80 y obsesionados con los cromos desde niños, explican que de su colecciĂ³n de los años 90, cerca del 99% es lo que se llama commons, que quiere decir que no son jugadores estrella y por lo tanto no valen prĂ¡cticamente nada. «AsĂ­ que mientras cosechĂ¡bamos los buenos, nos encontramos con una tonelada de los otros y decidimos convertirlos en lienzos para nuestros dibujos raros y bromas, buscando en ellas conexiones entre el nombre de jugador y la imagen».

AsĂ­,  alguien con apellido Grant se convierte en el mĂ­tico general y presidente Ulysses S. A otro le pintan una gorra y hacen que ponga en su camiseta Tiny Lil`Dick, traducible como «pene pequeño». A un atleta en pleno lanzamiento lo ponen planchando la ropa. Las referencias a penes, defecaciones, chistes soeces, monstruos clĂ¡sicos y cultura pop forman parte de su repertorio habitual. Teniendo en cuenta que cada mes publican mĂ¡s de 50 cromos alterados, lo mejor es pasarse por su archivo y echarle un buen vistazo.

Para entender el motivo por el que tienen tantos cromos y en tan buen estado, es necesario comprender cĂ³mo funciona el coleccionismo estadounidense en general y el de cromos de baseball en particular. «BĂ¡sicamente, durante los 50 y los 60, estas tarjetas eran un juguete, por lo que los niños jugaban con ellas y las intercambiaban», cuentan. «Nadie trataba de mantenerlas en buen estado para mantuvieran su precio, ya que entonces no valĂ­an nada». Pero entonces llegaron los 80 y, de repente, un cromo en buen estado de 1951 del bateador Topps Mickey Mantle era «algo extraordinariamente raro» y valĂ­a miles de dĂ³lares para los coleccionistas. Como encontrar un ejemplar en buenas condiciones era muy complicado, se generĂ³ un mercado a su alrededor.

Los coleccionistas, entonces, hicieron un sencillo cĂ¡lculo. Si los cromos en buen estado de hace 30 años valen hoy tanto dinero, los de hoy dentro de otras tres dĂ©cadas se revalorizarĂ¡n de la misma manera. Como en el caso de los cĂ³mics, empezaron a comprarse toneladas de cĂ³mics y a guardarlos en buenas condiciones, como si fuera una inversiĂ³n. Viendo el auge, las compañías de cromos empezaron a sacar mĂ¡s y mĂ¡s ejemplares para mantener la demanda. El problema es que los cromos de los 50 y 60 no tenĂ­an ese valor simplemente por estar en buenas condiciones, sino por que la mayorĂ­a estaban en condiciones pĂ©simas. «Estas dos cosas saturaron completamente el mercado y hay millones y millones de estos cromos. Ninguno es raro y encima no valen nada».
Una pena para los coleccionistas pero una suerte para el mundo del humor. Si no hubiese semejante despropĂ³sito, nunca habrĂ­an nacido los Baseball Cards Vandals.

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