La vida de un payaso no es una fiesta. Ser payaso no es fácil. Es preciso contar con ingenio, gracia y valor. Hay riesgos. Uno es no hacer reÃr y acabar dando pena. Puede que un actor dramático no sea creÃble, pero el público lo pasará por alto si la trama tiene brÃo. El payaso no puede escabullirse: provocará la carcajada o fracasará.
Cuando el payaso hace reÃr puede perder la credibilidad. Por supuesto, esto importa poco al payaso o no lo serÃa. La credibilidad es un concepto para mentes pequeñas.
Otros artistas paren obras con los matices de su estado de ánimo. El pintor que un año retrata amaneceres, al siguiente quizá estampe vÃsceras en el lienzo. El escritor de crÃmenes sexuales para adultos publica sin seudónimo aventuras para niños. Quizá el público no quiere que el pintor y el escritor cambien de registro, pero lo entiende.
Otro público cree que el payaso tiene un ingenio natural. Lo que parece que da la naturaleza es poco valorado. Esta gente no ve cómo el artista se concentra en el escritorio y se hace daño en los ensayos. El payaso se esfuerza tanto como cualquier artista que ame su arte. Quizá más, si tenemos en cuenta el marco en el que trabaja. Por esto, cuando el payaso se desborda como persona o como artista nos sobrecoge.
Jerry Lewis en ‘El dÃa que el payaso lloró’, pelÃcula jamás estrenada.
«Hay grandes trabajos sombrÃos hechos por comediantes», dice Jan Lumholdt, crÃtico de cine sobre The Day the Clown Cried (El dÃa en que el payaso lloró, 1972). Obra escrita, interpretada y dirigida por Jerry Lewis sobre un payaso que distrae a los niños judÃos de camino a las cámaras de gas.
Lewis no concluyó el rodaje y quiso destruir las cintas, ahora en poder de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que podrán verse en 2025. «Una obra perfecta en su monstruosidad», según uno de sus actores. Humor en medio del dolor.
La vida de un payaso no es una fiesta. Ser payaso no es fácil. Es preciso contar con ingenio, gracia y valor. Hay riesgos. Uno es no hacer reÃr y acabar dando pena. Puede que un actor dramático no sea creÃble, pero el público lo pasará por alto si la trama tiene brÃo. El payaso no puede escabullirse: provocará la carcajada o fracasará.
Cuando el payaso hace reÃr puede perder la credibilidad. Por supuesto, esto importa poco al payaso o no lo serÃa. La credibilidad es un concepto para mentes pequeñas.
Otros artistas paren obras con los matices de su estado de ánimo. El pintor que un año retrata amaneceres, al siguiente quizá estampe vÃsceras en el lienzo. El escritor de crÃmenes sexuales para adultos publica sin seudónimo aventuras para niños. Quizá el público no quiere que el pintor y el escritor cambien de registro, pero lo entiende.
Otro público cree que el payaso tiene un ingenio natural. Lo que parece que da la naturaleza es poco valorado. Esta gente no ve cómo el artista se concentra en el escritorio y se hace daño en los ensayos. El payaso se esfuerza tanto como cualquier artista que ame su arte. Quizá más, si tenemos en cuenta el marco en el que trabaja. Por esto, cuando el payaso se desborda como persona o como artista nos sobrecoge.
Jerry Lewis en ‘El dÃa que el payaso lloró’, pelÃcula jamás estrenada.
«Hay grandes trabajos sombrÃos hechos por comediantes», dice Jan Lumholdt, crÃtico de cine sobre The Day the Clown Cried (El dÃa en que el payaso lloró, 1972). Obra escrita, interpretada y dirigida por Jerry Lewis sobre un payaso que distrae a los niños judÃos de camino a las cámaras de gas.
Lewis no concluyó el rodaje y quiso destruir las cintas, ahora en poder de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que podrán verse en 2025. «Una obra perfecta en su monstruosidad», según uno de sus actores. Humor en medio del dolor.