
Fue un experimento. Una prueba de laboratorio. Los empleados de la agencia de publicidad Imaginarte no acudieron a la oficina un día de septiembre. Fueron, cada uno, a otro lugar. Una pollería, una escuela de danza, una fábrica de zapatos, un vivero, un estudio de radio… Ese día dejaron sus puestos de director de estrategia, copy o diseñador gráfico y se convirtieron en aprendices de panadero, ciclista o crítico gastronómico.
“Hay quien estudia con ratones. Nosotros nos diseccionamos. Nos abrimos a nosotros mismos para investigar las cosas en nuestra propia carne. Así podemos decir: Me he tomado 25 millones de botes de jarabe y sé que funciona así”, explica Antonio Piñero, director general de Imaginarte y “gamberro emocional” en su tarjeta de visita.
Este “experimento” o “prueba de laboratorio”, como Piñero lo califica, partió de una búsqueda. Querían conocer, en su piel, en qué consiste la inteligencia interpersonal de la que habla Howard Gardner.
El psicólogo estadounidense asegura que la inteligencia no debe entenderse como algo único que agrupa distintas capacidades y que de ninguna manera se mide mediante el expediente académico. La inteligencia, a su juicio, está formada por distintas capacidades distintas e independientes. Una de ellas es la interpersonal: la habilidad de una persona para entenderse con las demás. Una capacidad basada en la empatía y la relación con otros individuos.
El experimento de Imaginarte, llamado Worklovers, se propuso trasladar esta teoría al entorno laboral. “Queríamos vivirlo en nuestras propias carnes. Nos propusimos hacer, por un día, un oficio que no tuviera nada que ver con nuestra rutina habitual”, cuenta Piñero.
Buscaron quince destinos laborales para los quince empleados de la agencia. Lugares situados en el polo opuesto de sus Macs y sus discursos sobre comunicación. Durante ese día fueron aprendices y la persona responsable del negocio que les acogió fue su tutor.
Llegaron con una cartilla y, al final del día, volvieron a casa con unas calificaciones. El tutor tuvo que decir cuál había sido su actitud y si tenían capacidad para desempeñar ese oficio. Los empleados de Imaginarte tuvieron que explicar, después, la experiencia y lo que habían aprendido durante esa jornada laboral. Y con ese material se creó el documental Worklovers.

Todos eligieron ocupación. Menos Piñero. A él se lo impuso el resto del equipo. Fue a una pollería. Era el tributo que tenía que pagar por utilizar, a menudo, en las reuniones, una frase recurrente: “Es el momento de demostrar que esto no es un kiosco de pollos”.
La logística para ese día de swingers laborales se preparó a conciencia. Contrataron un seguro específico porque los empleados trabajaron fuera de su entorno habitual y ubicaron al aprendiz en su puesto por un día de tal modo que no pareciera una broma de cámara oculta.
Las nuevas localizaciones estaban repartidas por la ciudad y la provincia de Alicante. “Escogimos oficios de toda la vida. Profesiones que, en muchos casos, han sido denostadas”, cuenta Piñero. “Vimos el mérito de meter una mano en un espacio oscuro y saber exactamente donde está el tornillo que buscamos. No nos resultó difícil porque, en nuestro trabajo, tenemos una capacidad muy grande de mutar. Tenemos clientes que hacen cosas muy distintas y eso nos hace estar predispuestos a ser un cerebro mutante”.
El día después amaneció con enseñanza de peso. “Nos dimos cuenta de que si, de pronto, hubiera una debacle en la comunicación y tuviéramos que encauzar nuestras vidas hacia otra cosa, ninguno estaría triste. Hay vida más allá”, comenta Piñero. “Nos generó admiración y sorpresa ver que hay entornos laborales que encierran valores maravillosos y absolutamente necesarios. Muchos de ellos, por desgracia, amenazados con desaparecer”.
“Descubrimos que si vas de cliente a un negocio, no te enteras de nada. Estar dentro te hace cambiar la visión totalmente. El dueño de la pollería me trajo fotos de toda su familia. Entendí la trascendencia de un negocio que llevaba tantos años. Pude sentir la temperatura a la que vive todo el año, su relación con las personas que van a comprar… Les faltan las patas y las plumas. Son aves. Son personas que han mutado y son muy, muy, muy felices”.
El proyecto pretendía afilar la capacidad de empatía de los empleados de Imaginarte. El balance final demostró, además, que se produjo una “gran participación afectiva”, según Piñero. “Todos volvimos enamorados de nuestro tutor”.
♧ ¿En qué profesión te colarías tú por un día? ♧












Entrenador de delfines, orcas y leones marinos.
¡Reo a merced de garrote vil!
Por dios David…puestos a eso mejor verdugo que reo…que candidatos “virtuales” sobran visto dónde nos han llevado 😉
Soy incapaz de madrugar.
con trasnochar es suficiente…última copa…ejecución a las 6.30 y a dormir como unos bendito.
Iniciativa extraordinaria. Lástima que la empresa española, en general – o en particular, para no herir susceptibilidades – no esté para este tipo de experiencias que aportarían mucha luz sobre los trabajos ajenos. Si en el seno de la misma empresa ni tan siquiera se realizan este tipo de intercambios, menos todavía fuera de ella, algunas por estar preocupadas por su supervivencia, otras porque únicamente reponen tornillos donde antes había clavos, el trabajo sale, la productividad cae, los números no cuadran y los Eres están más a la orden del día. Considerando que el vicepresidente de la CEOE había falsificado los datos para justificar un Ere, a partir de ahí ya está todo dicho.
Por eso me congratulo con este tipo de iniciativas, que indica que no todo está perdido, y esperando que esta crisis se lleve por delante a muchos de sus responsables, que ni crean empresa, ni trabajo, ni generan ideas nuevas y tiran del mismo atávico collar de hace siglos.
La gran diferencia, la sutil diferencia es que la mayoría de los que probaron otros puestos lo hicieron como experimento, no como forma de vida, no como la posibilidad de un trabajo a realizar todos los días, fuera de sus aptitudes, fuera de sus profesiones, fuera de sus experiencias y fuera, en definitiva, del amor por lo que hacen.
No voy a recurrir a las cifras de este país donde la gran mayoría de la gente que trabaja no disfruta con su trabajo.
Claro que la mayoría que no lo hace daría lo que fuera por trabajar, sin más, en aquello que le asegurase mínimamente su supervivencia, que al fin y al cabo es lo que en esta coyuntura es lo que más preocupa.
Esos son mis Imaginartes en Yorokobu 😉
calla pescadero cabron
Lo siento,. ha sido un compañero mio. I’m Sorry.
genial! a difundirlo!
Me colaría en la que ha sido y seguirá siendo mi profesión y en la que ahora no hay manera de volver a entrar. En cualquier medio de comunicación tratando de hacer periodismo social en favor del ciudadano. Ahí me colaría con mucho gusto!!!
Comentarios cerrados.