19 de enero 2016    /   CREATIVIDAD
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Zapatos que solo podrĂ¡s mirar

19 de enero 2016    /   CREATIVIDAD     por          
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Una persona camina de media lo suficiente como para dar la vuelta al mundo hasta cuatro veces a lo largo de su vida. Para eso hay que dar unos 10.000 pasos diarios en los que participan 26 huesos. AdemĂ¡s de 33 articulaciones y mĂ¡s de 100 tendones, mĂºsculos y ligamentos en cada pie que nadie cuidĂ³ hasta hace relativamente poco.

Al final del PaleolĂ­tico surgiĂ³ la necesidad de proteger los pies del frĂ­o, del calor y del terreno que pisaban. Alguien creĂ³ una sandalia y luego otra. AsĂ­ se extendiĂ³ la innovadora idea de que cuidar los pies era una cuestiĂ³n importante. Pero una suela era insuficiente: era preciso un zapato cerrado, especialmente en los lugares mĂ¡s frĂ­os. El zapato mĂ¡s antiguo del mundo fue hallado en Armenia y tiene 5.500 años. Seguramente hubo un segundo, pero nadie lo ha encontrado. Si alguien diese con Ă©l, probablemente no lograrĂ­a distinguir cuĂ¡l corresponde a cada pie, porque hasta el siglo XIX no existĂ­a distinciĂ³n entre el zapato izquierdo y el derecho.

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Varios milenios despuĂ©s, el artista Costa Magarakis estaba entusiasmado. HabĂ­a conseguido elaborar un zapato a base de resina. Era una pieza sencilla, incluso insulsa, para lo que ya estaba imaginando. Ni siquiera tenĂ­a color. AsĂ­ que empezĂ³ a jugar con ella hasta convertirla en un cuento con forma de zapato que ni Cenicienta podrĂ­a calzar.

DespuĂ©s de aquel zapato, hizo otro y ya no encontrĂ³ la manera de parar. Aunque le encanta experimentar y probar con otros materiales y soportes, los zapatos siempre estĂ¡n presentes en su obra.

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Con sus esculturas, el artista griego recorre el mundo sin moverse de su estudio en Tel Aviv. «Los zapatos son sĂ­mbolo de movimiento, de viajes, de lugares lejanos. TomĂ© estos sĂ­mbolos y les di un giro a travĂ©s de las lentes de mi imaginaciĂ³n», explica a Yorokobu.

Aunque Costa presenta sus zapatos como historias, asegura que no hay ningĂºn mensaje oculto en su obra. «En la mayorĂ­a de los casos, doy el elemento al espectador para que haga lo que quiera con Ă©l, en vez de alimentarle directamente con la cuchara», dice.

El artista suele hacer un solo zapato porque no necesita mĂ¡s, pero tampoco se niega a esculpirlos a pares. «Si la muestra sirve a mi propĂ³sito, sin duda harĂ© un par, pero hasta el momento, funciona bien así», aclara.

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La era victoriana ha inspirado su obra desde que empezĂ³ a realizar estas esculturas porque «estĂ¡ llena de niebla, de elementos oscuros, novelas gĂ³ticas, memento mori y personajes como Joseph Merrik, Jack el Destripador, la señora Tussaud y, por supuesto, la reina Victoria». Todos estos elementos, ademĂ¡s de antiguos juguetes y libros infantiles, se combinan en su obra para crear un resultado que incluso roza lo steampunk, si no lo grotesco.

La importancia del calzado en la época victoriana no es fortuita: las primeras botas de mujer fueron diseñadas para la propia reina Victoria en 1840.

Costa Magarakis estĂ¡ tan inmerso en su propio mundo que cree vivir en «una galaxia de zapatos, a miles de pasos-luz» en la que suele dedicar un par de semanas a cada pieza, a veces incluso un mes, hasta obtener unos zapatos Ăºnicos en los que sus personajes pueden acudir incluso al Muro de las lamentaciones o asomarse al vacĂ­o desde la valla de su jardĂ­n.

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Una persona camina de media lo suficiente como para dar la vuelta al mundo hasta cuatro veces a lo largo de su vida. Para eso hay que dar unos 10.000 pasos diarios en los que participan 26 huesos. AdemĂ¡s de 33 articulaciones y mĂ¡s de 100 tendones, mĂºsculos y ligamentos en cada pie que nadie cuidĂ³ hasta hace relativamente poco.

Al final del PaleolĂ­tico surgiĂ³ la necesidad de proteger los pies del frĂ­o, del calor y del terreno que pisaban. Alguien creĂ³ una sandalia y luego otra. AsĂ­ se extendiĂ³ la innovadora idea de que cuidar los pies era una cuestiĂ³n importante. Pero una suela era insuficiente: era preciso un zapato cerrado, especialmente en los lugares mĂ¡s frĂ­os. El zapato mĂ¡s antiguo del mundo fue hallado en Armenia y tiene 5.500 años. Seguramente hubo un segundo, pero nadie lo ha encontrado. Si alguien diese con Ă©l, probablemente no lograrĂ­a distinguir cuĂ¡l corresponde a cada pie, porque hasta el siglo XIX no existĂ­a distinciĂ³n entre el zapato izquierdo y el derecho.

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Varios milenios despuĂ©s, el artista Costa Magarakis estaba entusiasmado. HabĂ­a conseguido elaborar un zapato a base de resina. Era una pieza sencilla, incluso insulsa, para lo que ya estaba imaginando. Ni siquiera tenĂ­a color. AsĂ­ que empezĂ³ a jugar con ella hasta convertirla en un cuento con forma de zapato que ni Cenicienta podrĂ­a calzar.

DespuĂ©s de aquel zapato, hizo otro y ya no encontrĂ³ la manera de parar. Aunque le encanta experimentar y probar con otros materiales y soportes, los zapatos siempre estĂ¡n presentes en su obra.

magarakismain

Con sus esculturas, el artista griego recorre el mundo sin moverse de su estudio en Tel Aviv. «Los zapatos son sĂ­mbolo de movimiento, de viajes, de lugares lejanos. TomĂ© estos sĂ­mbolos y les di un giro a travĂ©s de las lentes de mi imaginaciĂ³n», explica a Yorokobu.

Aunque Costa presenta sus zapatos como historias, asegura que no hay ningĂºn mensaje oculto en su obra. «En la mayorĂ­a de los casos, doy el elemento al espectador para que haga lo que quiera con Ă©l, en vez de alimentarle directamente con la cuchara», dice.

El artista suele hacer un solo zapato porque no necesita mĂ¡s, pero tampoco se niega a esculpirlos a pares. «Si la muestra sirve a mi propĂ³sito, sin duda harĂ© un par, pero hasta el momento, funciona bien así», aclara.

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La era victoriana ha inspirado su obra desde que empezĂ³ a realizar estas esculturas porque «estĂ¡ llena de niebla, de elementos oscuros, novelas gĂ³ticas, memento mori y personajes como Joseph Merrik, Jack el Destripador, la señora Tussaud y, por supuesto, la reina Victoria». Todos estos elementos, ademĂ¡s de antiguos juguetes y libros infantiles, se combinan en su obra para crear un resultado que incluso roza lo steampunk, si no lo grotesco.

La importancia del calzado en la época victoriana no es fortuita: las primeras botas de mujer fueron diseñadas para la propia reina Victoria en 1840.

Costa Magarakis estĂ¡ tan inmerso en su propio mundo que cree vivir en «una galaxia de zapatos, a miles de pasos-luz» en la que suele dedicar un par de semanas a cada pieza, a veces incluso un mes, hasta obtener unos zapatos Ăºnicos en los que sus personajes pueden acudir incluso al Muro de las lamentaciones o asomarse al vacĂ­o desde la valla de su jardĂ­n.

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Opiniones 2
  • Desde hace varios años en Arnedo (La Rioja) se realiza anualmente el concurso de Zapatos Imposibles, participando en el diseñadores, profesionales del sector y alumnos del Grado Superior de Diseño y ProducciĂ³n de Calzado y Complementos IES Virgen de Vico.
    Saludos

  • desconocĂ­a la obra de este artistazo….me ha enamorado.simplemente me ha …encandilado y todos los “ados” que os podĂ¡is imaginar. FANTASTICO

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