
Cuando el arte urbano dejó de pedir permiso
Hay ciudades que se leen en los muros más que en los mapas. Valencia es una de ellas. A comienzos del nuevo milenio, justo antes de que las redes sociales colonizaran nuestra vida diaria, sus calles se convirtieron en una escuela abierta, en una sala de exposiciones sin horarios ni entradas. Bastaban una plantilla, un espray y una cámara digital