Drama Queen de corazones, Oruga borracha de menta o Bébeme de chocolate amargo con naranja son algunos de los manjares dulces que sirve Alicia Lidell en su gastroneta Cómeme (Ahora), una Daimler Van de 1900. Con la pastelerÃa rodante recorre el condado de Oxfordshire y alrededores a la vez que rescata animales para su refugio La sonrisa del gato.
«No puedo estar quieta. Es imposible para mû, declaró Alicia a los periodistas locales de Banbury que se acercaron a la gastroneta. «Por eso caà a un agujero persiguiendo a un conejo».
Tras aquella experiencia, Alicia quiso encontrarle un significado. «Estudié FilosofÃa y Lógica en la Universidad de Glasgow —para disgusto de mi padre, un oxfordiano militante—. Necesitaba resolver el gran rompecabezas que era yo», dijo Alicia. «Entonces recordé lo que un amigo me dijo: si querÃa llegar a algún lugar tenÃa que moverme más deprisa».
Tras acabar los estudios, fue propietaria de una tienda de cachimbas, diseñadora de espejos, criadora de gusanos de seda e inventora. «Pensé que serÃa buena idea ayudar a las mujeres a no hacerse daño si caÃan a un agujero o al Támesis», dijo Alicia entre risas. «Patenté la faldaparacaÃdas, pero no funcionó: se abrÃa automáticamente ante cualquier tropezón y no habÃa manera de cerrarla».

Más tarde diseñó una máquina del tiempo. «QuerÃa viajar al dÃa anterior para encontrar las cosas que perdÃa», dijo Alicia. «Quise probar un modelo para enviar un huevo roto al pasado y ver cómo se recomponÃa».
Para financiar el experimento, Alicia se hizo jugadora profesional de póker en Nueva York. «Siempre se me dieron bien las cartas, aunque no era un juego de señoritas, según mis padres», declaró Alicia.Â
Alicia consiguió una importante cantidad de dinero. «Algunos me acusaron de usar cartas con patas», dijo Alicia. «HabÃa mucho machismo. Pero el verdadero problema es que me hice adicta al juego. PodÃa estar jugando tres dÃas seguidos con un sándwich y un café frÃo».
La etapa como jugadora consumió su salud, pero un descubrimiento en la casa paterna dio un nuevo rumbo a su vida. «Encontré el cuaderno de recetas de mi abuela Beth y en ese momento lo tuve claro: quise ser repostera», dijo Alicia. «Mi padre me dijo que nunca me caà al agujero, que el pastel de mandrágora de la abuela me hizo ver cosas raras».
Con el último dinero compró la gastroneta. «Ahora estoy donde quiero estar: siempre moviéndome», dijo Alicia.